sábado, 13 de junio de 2009

Madre Selva



Lo que el país entero ha vivido en la última semana no se asemeja siquiera al infierno que Dante Alighieri nos pinta en la Divina Comedia. Lo que pasó en el Perú tuvo niveles más catastróficos. Para empezar, ¿Qué peor condena le depararía a una madre que el ver morir torturado a su hijo de la manera más atroz e irresponsable?. Y, peor aún, que los únicos responsables de esa masacre brutal no tengan la dignidad, y mucho menos, el coraje de siquiera esbozar un perdón. Es que nuestro infierno – que aún no acaba- no tiene 9 círculos de gravedad como los de Alighieri. En el nuestro, todos se queman a la vez, todos - nativos y policías - sufren por el mismo ‘pecado’. ¿Cuál? Pues el haber confiado nuestro futuro a unas autoridades tan ineptas e incapaces que acuden al diálogo cuando sienten que la sangre les cae en la cara.

La cifra oficial de peruanos fallecidos en la masacre ocurrida en Bagua es, hasta el momento, treinta y cuatro, veinticuatro de ellos policías y diez civiles. Sin embargo, existen denuncias de familiares y organizaciones de los derechos humanos que hablan de la existencia de decenas de indígenas muertos. Es una lógica razonable ponernos a dudar de las cifras oficiales por la matanza brutal que hemos presenciado.

Los indígenas de los pueblos amazónicos exigen la derogación de los DL 1064 y 1090 el último referido a la Ley forestal. A ver, ¿qué parte del convenio de la OIT,que habla de la consulta a los pueblos indígenas antes de decidir sobre sus tierras, no entendieron?. Es más, ¿Era necesario revisar el convenio para entrar en razón de una decisión tan fundamental?. ¿Es que acaso a nuestro presidente Alan García, al entonces ministro de Agricultura, Ismael Benavides, o al mismísimo padre de la selva, Antonio Brack no se les pasó por la cabeza dialogar con los nativos?. ¿Eso es democracia?. Esta tragedia estaba cantada, pero ni en Palacio, ni en el Congreso, ni en la PCM parece haber alguien que escuche a ‘ciudadanos de segunda clase’


En el peor de los cinismos, nuestra ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, no tiene la cara para afrontar sus evidentes errores. Hasta ha llegado a desestimar los testimonios de los policías que fueron enviados como carne de cañón a ‘luchar’ por el país, enfrentándose contra sus mismos compatriotas. Recién hablan de la presencia de antropólogos y especialistas que ayuden a entender la cultura de los nativos, que finalmente, terminaron por explotar sus instintos salvajes ante la presencia de efectivos policiales. No se justifica la matanza, de ninguna manera, pero el saber que se pudo evitar indigna.


La típica reacción búfala se hizo presente con declaraciones absurdas. Lo han vivido antes, ya se les hizo costumbre. Que Alberto Pizango es el culpable, que la ex ministra Carmen Vildoso es irresponsable, que existen indicios de financiamiento extranjero, etc. Acusaciones que no dejan de ser sólo manotazos de ahogado, mientras no exista el perdón que cientos de pobladores nativos, familiares de policías y los mismos peruanos queremos escuchar. Gracias presidente pero si para ‘avanzar’ tenemos que seguir pagando con sangre, mejor nos quedamos así.