miércoles, 8 de abril de 2009

Teclado Roto



El día terminaba con el aliento de los fracasados, ese que no te deja saborear ni el pedazo de pan que sobró del desayuno. Hoy se cumplían dos semanas de su ausencia, de su desinterés que se confirmaba con el silencio de sus dedos. Aunque muchas veces me lo repetí, nunca llegó a calar en mi cerebro la idea de apartar la imaginación de mis amores. Lo sé, este no fue un amor, pero se debe considerar que justamente en ese cerebro rebelde y testarudo, el concepto de amor es tan disímil al que vive en los diccionarios. En mi caso el amor tiene características inherentes: lejanía, encanto, fugacidad y fracaso.

Todo (lo que terminó siendo nada para él) empezó entre la caricatura del chat y el coqueteo de las miradas cruzadas. Antes no lo había visto de esa forma, aunque debo confesar que siempre me pareció interesante esa manera de andar y su peculiar forma de vestir. A él le apasionan las películas y Alfredo Bryce. Además, dice conocer más allá de las palabras de las historias contadas en esas pantallas. En alguna ocasión le oí comentar, en realidad leí (chat), frases enteras extraídas de su memoria y de películas que lo impresionaron demasiado. No debería convertirse en apología pero es inevitable describir a alguien que te “cautivó” de la misma forma que lo terminaría haciendo con ella.

La primera pista me la dio el día de la despedida, mientras todos celebrábamos el paso del tiempo y las horas de estudio que consiguieron meternos en el costal de los egresados. Ella habló y yo escuché.

- "Es un chico que me ha “cautivado”. Es todo lo que puedo decir de él".- terminaba la oración con una gran sonrisa mientras cogía el libro que le había regalado.

Los rumores alimentaron las dudas que gigantes aparecieron en mi cabeza. Recordé la vez en que él me comentó que debía regalar algunos libros además de un cd con música que era especialmente para mí. Ella continuó lapidándome.

- Bueno, está en nuestras clases pero no es de la base .- Me mató.

Sólo existían tres posibilidades, aún tenía esperanzas. En el viaje de regreso le pedí su celular y ví los mensajes de texto que él le había escrito, terminé por confirmarlo todo y fue en ese momento que mi corazón me abandonó y empezó a despedazarse. En el pecho no sentía más que un dolor que me presionaba de un modo asfixiante. Abrí la ventana del carro y sólo dos perros copulando distrajeron mi atención. Avanzamos dos cuadras y yo de nuevo estaba ahogándome en mis pensamientos, en mis penas, en mis lamentos. Una vez más me había sucedido y yo como siempre desprevenida.

Desde ese día no hubo más película, más libreto ni más comunicación. Terminó por escribir una historia en la que yo terminaba perdiendo. Él sabía cuánto odiaba perder y cómo detestaba oprimir al corazón. Sin embargo, aquí me tiene esperando el final, que se acerque a cerrar el telón, a poner el “the End” que tantas veces escribió.
P.D. Post reciclado escrito con evidente desazón del momento.

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